El pozo quizá no sea el sistema más primitivo de recogida de agua, sin embargo, junto con la cisterna, de la cual a menudo cuesta distinguirlo, resulta uno de los más evidentes y, por sus propias dimensiones, ambos tienen bastantes más probabilidades de soportar el paso de los tiempos que otros elementos hidráulicos más sencillos o pequeños. De entrada, habría que pensar que, de estar lejos de una fuente o un curso permanente de agua, todo poblado, agrupamiento urbano o, incluso, casa aislada debía disponer de, al menos, un pozo, es decir, de un agujero en la tierra en busca de aguas subterráneas, o una cisterna, normalmente también un agujero, pero en realidad un depósito donde almacenar agua de lluvia o agua llevada por cualquier método desde otro punto geográfico. Y el caso es que, si bien muchas veces parece que en Menorca la cosa no es así, cuando se buscan bien, aparecen, como sucede con el pozo de Son Catlar, hoy totalmente bajo la vegetación en el ángulo Sudoeste del poblado, o el de Talatí, hallado hace pocos años lleno de piedras fuera del recinto visitable.
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